Palacio y museo, el Louvre, como institución museal, desborda
ampliamente sobre las colecciones que alberga. Entrando en un museo y sometiéndose
a los principios, a la vez racionales y profanos de la museología, toda
obra de arte conoce una modificación profunda de su destino y de su
significado. Corre el riesgo de no ser más que un número de un
inventario o una pieza olvidada.
De la misma forma, el extraordinario
éxito del Louvre ha sometido progresivamente al público a las
reglas de una industria turística galopante.
Resultaba
esencial en la definición de una política audiovisual en el Musée
du Louvre dejar una plaza amplia a la exploración de la institución
en sí misma a través de los mil y un aspectos de su vida y de su
organización, también a través de los grandes principios
que la rigen para que, gracias al conocimiento de sus insoslayables tomas de
posición, el público del Louvre sepa encontrar con más
facilidad el camino que ha hecho del museo el lugar privilegiado del encuentro
singular con la obra de arte